El 23 de setiembre de 1913 fue promulgada la primera norma legal en el
mundo contra la prostitución infantil.
Este delito es el segundo más rentable del mundo: mueve 32 mil millones
de dólares anuales y una cantidad tan
ingente de dinero gracias a la colaboración de algunas personas que sirven a
las instituciones y porque para el resto del mundo es mucho más fácil mirar
hacia otro lado.
Esta forma de esclavitud que sigue vigente hoy en día, despoja a
mujeres, niñas y niños del derecho a la vida, a la libertad, a la infancia, a
la seguridad personal y a la libertad sexual, así como a la integridad física.
La violencia machista trata a las mujeres y niñas como objetos, utilizando
reiteradamente la violencia de género. Los asesinatos de mujeres son muy
frecuentes, ya sean cometidos por las mafias de traficantes de seres humanos,
por los proxenetas o por los clientes, sin embargo, apenas existen sentencias
condenatorias de quienes los cometen y también extrañas las ocasiones en que se
denuncian los malos tratos, las torturas, las violaciones o, incluso, los
mismos asesinatos mencionados.
Las mujeres y niñas traficadas, con frecuencia, son obligadas a mantener
relaciones sexuales sin protección o con las mínimas condiciones higiénicas
provocándoles enfermedades de transmisión sexual. Se las presiona para consumir drogas o
alcohol por lo que un gran número de ellas acaban con problemas de alcoholismo,
drogadicción, numerosos trastornos psicológicos y algunas incluso llegan al
suicidio.
Por supuesto, tampoco tienen derecho a la intimidad personal, a formar
una familia o a tener hijxs (y en el caso de tenerlxs, son vendidxs por las
mismas mafias). También se les niega el
libre transito ya que son recluidas a espacios reducidos, de los que no se
pueden mover y en los que tampoco se les permite relacionarse con nadie. Además
muchas de ellas son engañadas en sus países de origen y las mafias se
aprovechan de la diferencia del idioma como otra forma más de aislamiento.
Las víctimas viven en un auténtico infierno en contra de su voluntad,
condenadas a una vida de sumisión, fruto de la violencia y el miedo, que esta
sociedad no puede ni debe permitir.
Por eso hoy creemos que es hora de abrir los ojos y concienciarnos de
que es un problema real. Sin ir más lejos, sólo en Salamanca, hay más de 10
clubs donde se practica la prostitución.
¿Y dónde reside el problema? ¿Quién es más culpable: el que lo vende o el que lo
consume? Si no existieran consumidores de tal negocio no sería necesario que
ninguna persona vendiese su dignidad.
¿Quién pone precio a la vida de
una persona?
¿Desde cuándo las personas somos productos?
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